A 54 años del movimiento estudiantil de 1968, llega a los lectores colimenses un texto que es la voz en primera persona de un testigo

“Recuerdo  y  siento,  como  si  lo  estuviera  viviendo  en  este  momento,  cómo  de  repente,  dos  compañeros,  uno  representante  del poli  y  el  otro  de  la  Facultad  de  Ciencias  Políticas de  la  UNAM,  cuyos  nombres  prefiero  omitir  porque  eran  bien conocidos  por  todos  los  que  ahí  nos  encontrábamos,  se  vieron entre  sí,  cruzaron  dos  o  tres  palabras,  movieron  sus  cabezas  en sentido  afirmativo  y  volviendo  su  mirada  hacia  el  resto  del  notoriamente  nervioso  e  intranquilo  grupo,  tomaron  valor  y  uno de  ellos,  con  voz  claramente  descuadrada,  pero  muy  enérgica nos  dijo,  “¡Compañeros…  ¡Esto  se  acabó,  ésta  vez,  ya  nos  llevó la  chingada!,  el  que  estime  su  libertad  y  su  vida,  busque  el  horizonte  que  mejor  le  acomode.  La  represión  ya  está  en  grande, la  Procuraduría  de  la  República  tiene  orden  de  aprehensión  en contra  de  todos  nosotros,  de  todos  aquellos  que,  como  representantes  de  nuestras  escuelas,  formamos  parte  del  Consejo  Nacional  de  Huelga;  anoche  fueron  detenidos,  durante  el  flagrante atropello  a  nuestra  libertad  de  expresión  en  Tlatelolco,  muchos compañeros  de  los  que  hasta  el  momento  no  hemos  logrado saber  absolutamente  nada,  eso  independientemente  de  la  masacre  de  que  todos  fuimos  objeto  y  testigos.  Aún  no  sabemos  el número  de  compañeros  masacrados,  pero  creo  que  sin  especular  fueron  más  de  300,  a  quienes,  después  de  la  conflagración, todos  los  comités  escolares,  como  ustedes  saben  y  de  los  que ustedes  son  dirigentes,  estuvimos  buscando  en  algún  sitio  de  la Cruz  Roja  u  otros  nosocomios,  en  múltiples  funerarias  de  esta gran  ciudad,  y  sólo  pudimos  ser  testigos  de  la  devastación  y  el inmenso  dolor  de  los  familiares  de  todas  las  víctimas  inocentes de este gran desastre.

Con el volcán de testigo, historias y relatos de Colima y sur de Jalisco, Porfirio Galindo Gómez, Colima, México 2022, p. 156.

El sábado 1 de octubre se dio a conocer el trabajo literario del Porfirio Galindo Gómez con la presentación de su libro Con el volcán de testigo, el cual, entre otros relatos, incluye una novela corta con el tema de las implicaciones de su participación en el movimiento estudiantil de 1968, cuyo activismo lo llevó a convertirse en una memoria viva que, tras 54 años, hoy ha llegado a los lectores para sumarse a este complejo panorama de los documentos sobre ese lamentable suceso de ese momento que aún nos duele en el alma a los mexicanos, dándonos pistas, advertencias y evidencias que tal vez tengan la clara intención de allanar nuestras rutas, prevenirnos de los errores y recordarnos que frente al poder seguimos siendo ciudadanos sujetos de derechos, depositarios de responsabilidades y razón esencial del ser y deber ser de las instituciones que nos gobiernan.

Hoy, que el enfrentamiento entre los intereses particulares prevalece por encima del bien social y nuestro tejido social parece destruirse, ha llegado a nosotros un libro, unas poderosas palabras, que como una solitaria aguja con un hilo de resistencia a toda adversidad, será un mecanismo de zurcirá y bordará ideas, advertencias, esperanzas y argumentos contundentes que nos permitan ver nuestro presente con la claridad necesaria, eliminando el engaño en el que estamos sumidos, encontrando la manera de responder y evitar que nuestros hijos, que nuestros amados herederos, reciban un país secuestrado, un país acostumbrado a la violencia, un país explotado y devastado, un país enajenado, dividido y dormido en la hipnosis de un canto de sirenas. 

Leer a Porfirio Galindo Gómez ha significado la oportunidad de soñar, la oportunidad de luchar, la oportunidad de creer y sentir que no hay más banderas que las que hablan de libertad, ni más colores que los que representan el compromiso social con amor y sin mezquindades, que la voz debe escucharse para que las mentiras se transmuten en ecos sordos que huyan acobardadas ante la presencia de aquellas que saben sonar como rumor de mar, como cantos de aves, como un coro armonizado por la voz de personas que saben mirar con lucidez y actuar con responsabilidad. 

Así como en 1968, el arrojo, la valentía y el coraje de los jóvenes detonó un movimiento cuyos efectos fueron incalculables, hoy queda claro que los personajes políticos y actores sociales conservan sus roles, costumbres vicios y cegueras, tal vez esta voz tan contundente y necesaria pueda decirnos al oído secretos que nos permitan entender algo sobre la ruta que caminamos, sobre nuestro propio destino, sobre nuestras acciones, nuestra lucha y lo que queda pendiente por hacer. 

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