Memorias de un Colima que se fue
Por: Eduardo Bravo*
La mayoría de las personas recordamos la infancia como la mejor época de nuestras vidas, las dificultades o carencias que se pudieron haber vivido quedan de lado, para solo recordar los bonitos momentos de esa época.
Tortillas de maíz vs tortillas de maseca
Al llegar de la escuela, mi madre me tenía preparado un traste y una servilleta de tela para ir a la tortillería, mandado que no me desagradaba del todo, ya que al salir de mi hogar me encontraba con más niños con los que me iba jugando, corriendo y gritando hacia una de las dos tortillerías de la zona.
Entre brincos y llevaderas llegábamos a formarnos a las largas filas que se hacían. Al llegar al mostrador la persona que te atendía preguntaba qué cuántos kilos te iba a dar y si querías tortilla de maíz con un valor mayor, o de harina con un menor precio. La diferencia era que una era amarilla y la otra blanca.
Al despacharnos, lo primero que hacíamos los chiquillos era tomar una tortilla y enroscarla para comerla, era una delicia y más con el hambre que ya se dejaba sentir. De regreso ya con nuestro encargo se iban quedando los niños en sus hogares, unos más cerca, otros un poquito más lejos, siempre cuidándonos.
Yo recuerdo que antes en mi familia se consumía mucha tortilla, de uno a dos kilos al día, no sé si por el sabor o por terminarnos de llenar. Si llegaban a quedar tortillas, mi mamá las separaba y las envolvía con una servilleta de tela, la cual sacaba de un cajón y las colocaba en un servilletero con dibujos de flores al rededor.
Las tortillas de antes no se pegaban o se acedaban, aunque se quedaran tapadas y fuera del refrigerador, las cuales se terminaban en la cena. Mi mamá las recalentaba en un comal sobre la estufa. Eran bonitos tiempos donde toda la familia podía cenar al mismo tiempo, ya fueran unos ricos frijolitos recién hechos o unos huevitos fritos.
Los fines de semana mi mamá me mandaba al único molino de nixtamal del lugar, en donde te vendían bolas de masa, desde tempranito muchas mujeres apartaban su lugar, poniendo su balde uno detrás de otro sobre una barda fuera del molino, acto seguido al abrir el lugar se iban pasando para llevarse su respectiva bola de masa.
La masa que se compraba en el molino tenía muchos usos, podía servir para hacer tortillas de mano, tejuino, pero mi mamá la ocupaba para hacer sopitos fritos para desayunar, que junto con un café se volvía un manjar, además los sopitos eran acompañados con queso y crema, según el gusto de cada quien.
Con la introducción masiva de las harinas de maíz, dónde la más popular es la de la marca “maseca”, la calidad de las tortillas fue disminuyendo significativamente, llegando al grado de ya no vender tortillas hechas de puro maíz nixtamalizado, ni siquiera la masa que te venden en las tortillerías es de maíz.
El asunto de las tortillas hechas de harina podría pasar desapercibido, pero en realidad es una gran problemática en la dieta de los mexicanos, ya que el principal alimento del país es el maíz, el cual tiene grandes cantidades de nutrientes y minerales, de los cuales carece la famosa masa seca “maseca”.
El arribo del maíz transgénico a México con la implantación del neoliberalismo, provocó un deterioro del campo al ya no poder competir con las transnacionales, y también en las formas tradicionales de nixtamalizar el maíz, quitándole el valor nutricional a esta práctica, para obligarnos a comer tortillas y productos hechos con maseca.
Una vez leí una frase que decía: “comer es un acto revolucionario”, ya que los ciudadanos debemos de elegir lo que comemos y las formas en qué debe de producirse la comida, y dejar de ver la alimentación como una práctica capitalista de mercado, en dónde por tal de maximizar la ganancia se enferma a la población consumidora.
Durante más de 20 años no fui consiente de por qué los molinos de nixtamal desaparecieron, y por qué en las tortillerías preguntaban que si ocupabas tortillas de maíz, o de maseca, fue hasta que tomé conciencia que comprendí, que todo fue una manipulación del mercado, lo que aprovecharon las tortillerías para bajar sus costos de producción.
Es importante recordar que el maíz es el resultado de más de 10 mil años de experimentación, que dio lugar a un sinfín de especies, colores y tamaños de mazorcas, las cuales el neoliberalismo borró de la dieta de las personas, solo para dejarnos de dos a tres tipos de mazorcas para el consumo.
Es de vital importancia que la sociedad civil organizada, recupere la soberanía agroindustrial y junto con esta la soberanía del maíz, ya que no puede ser posible que los hijos del maíz, seamos alimentados con maíz transgénico, proveniente de los Estados Unidos o de los países asiáticos.
Como decía José Vasconcelos: “Por mi raza hablará mi espíritu”.
¡Por un México libre de transgénicos!
*Licenciado en Ciencias Políticas, columnista colimense, colaborador en diferentes medios de comunicación, y miembro de la red mundial de modernidad/colonialidad.